Los libros no son solo para leer.

Hace unos días mi hijo mayor, Lucas, me pidió que le ayudara a buscar información sobre Cristóbal Colón para un trabajo de la escuela y yo, que aún soy una romántica de la era analógica, puse rumbo a la cueva en busca de un tomo de la enciclopedia (reliquia de mi época estudiantil) donde hay una selección de biografías, entre ellas la del descubridor de América.

De vuelta en el salón y pertrechada del grandioso volumen, me di cuenta de que mi hijo me miraba con los ojos de par en par y acompañados de la frase: "mamá, creí que conocías Google". Mi primera reacción fue ponerme dramática y dejar caer el libro a cámara lenta mientras ponía cara de espanto, pero me recompuse y le propuse que cada uno contestase al cuestionario que le habían mandado como tarea con sus herramientas. Acordamos dedicar quince minutos y pusimos el cronómetro. A los diez minutos yo ya tenía el bolígrafo quieto y Lucas aún salía y entraba de las opciones que Google le había dado. Cuando el tiempo se acabó me miró en silencio durante un rato y me dijo que era imposible hacerlo en tan poco tiempo entre tantas opciones que le daba el buscador. Le sonreí y le presté mi anticuado buscador personal. Lo terminó aún más rápido que yo.

Todo esto me hizo pensar que no hace mucho tiempo aquella Wikipedia en pañales en formato CD, llamada Encarta, era nuestra herramienta más avanzada, y que antes de eso todo se aprendía de las enciclopedias compradas directamente de un catalogo.

No sé si es porque yo me resisto a dejarme engullir del todo por la era digital o por la melancolía que siento al recordar las largas horas de búsqueda en la biblioteca para los trabajos de Historia, pero por mi casa danzan a sus anchas libros de consulta de los que saco ideas que luego desarrollo en relatos o artículos. Por supuesto que uso San Google para ampliar la información o actualizar un tema que con el tiempo ha quedado desfasado, pero si el tema que me ronda la cabeza puede estar entre mis desgastados amigos acudo, siempre, primero a ellos.

De vuelta a Lucas, que su dinosauria madre, palabras textuales de mi hijo, le ganase por goleada buscando algo en un libro en pleno siglo XXI lo dejó un poco trastocado y me regaló una de las mejores frases que puede escuchar un amante de las letras: "ahora entiendo que los libros no solo son para pasar el rato, que de ellos también se aprenden cosas".

Y vosotros, ¿aún usáis los libros de consulta o habéis caído en las redes de Wikipedia?

Por suerte, y muy a pesar de algún que otro pájaro de mal agüero que sentenció la muerte del papel antes de tiempo, los libros SIEMPRE te enseñan algo.

Laura

Comentarios

  1. Hola, Laura:

    Soy nueva por aquí. Te seguía en Twitter, pero no en el blog y ya le he puesto remedio. Me parece muy interesante la reflexión que haces sobre los libros de consulta. Efectivamente, hoy en día puedes encontrar casi todo en internet, pero no debemos olvidar que también se han publicado muchísimos libros sobre infinidad de temas. Además, los libros, al pasar por procesos de edición, etc., suelen ser fuentes "más fiables" que ciertas informaciones que puedes encontrar en la red, que no han pasado por ningún tipo de filtro.

    Yo sí soy de buscar en Google y creo que el internet es una herramienta estupenda. Eso sí, como bien dices, si tengo un libro sobre el tema a mano, también busco ahí. Y si busco algo sobre un tema muy específico, me preocupo por buscar bibliografía al respecto.

    Al final, lo mejor siempre suele ser la combinación de recursos ;)

    Un saludo imaginativo...

    Patt

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  2. Exacto. A pesar de que yo soy más de tirar al monte (libros) si es cierto que muchas veces estás investigando algo y encuentras un hilo de donde tirar pero no tienes a mano algo físico. Como bien dices una combinación entre ambos es el mejor sistema.
    Un besazo.

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  3. Los niños de ahora han olvidado lo que era buscar en enciclopedias. Yo soy del noventa y cuatro, así que relativamente mi momento para buscar cosas en trabajos fue justo cuando comenzó todo el auge de Internet y Google apareció por todo lo alto en España. Con doce años ya tenía un sobremesa con Windows 95 y con catorce mi primer portátil de diecisiete pulgadas, así que se puede decir que también soy de la nueva era 2.0. La diferencia radica en que yo siempre preferí buscar en libros que en Google para hacer trabajos porque me hacía sentir una "niña grande". Todos los universitarios estudiaban rodeados de libros y yo quería ser como ellos.
    Ahora estoy en último curso de Filología Clásica y precisamente así es como estudio, rodeada de mil libros de literatura antigua, manuscritos y manuales que solo encuentro en la biblioteca de la facultad de lo antiguos que son.
    Es una auténtica pena que todo eso se pierda porque es apasionante buscar información entre mil libros y perderte entre sus páginas. Es una pena que en los colegios prefieran enseñar a buscar con Google antes que con enciclopedias, aunque bien cierto es que las actualizadas ya no están en papel porque, claro, "son más gastos a lo tonto teniendo el digital".
    Doy gracias de haber vivido en esa época y, si tengo hijos, espero poder enseñarles los mismos valores que me enseñaron a mí mis padres en cuanto a los libros físicos.
    Una entrada estupenda, Laura.

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    Respuestas
    1. Yo no tuve la suerte de aprender el amor por los libros de mis padres aunque mi madre dice que mejor, que el amor que siento por los libros es innato y nadie podría haberme inculcado mi pasión por la lectura.

      Intento que mis hijos, de momento solo Lucas lee; Dylan no va aún al colegio. Le cuesta engancharse y le tira mucho más la tecnología, limitada a lo fines de semana, pero confío en encontrar ese libro que lo atrape porque cuando cae en sus manos uno que le interesa sí que le hace.

      Un gran beso.

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